Un soldado, siempre será un soldado

Estamos en familia, provenimos del mismo molde, como soldados hemos compartido experiencias, nos conocemos y nos entendemos por ello creo que a través de mi post tanto los que hoy llevamos años fuera, los que en este momento se despiden de nosotros, como aquellos que celebran sus bodas de oro con la patria, revivirán sus años de soldado y renovaran su compromiso axiológico con ella.

La vida militar es algo único y sin comparación, son múltiples las experiencias y los desafíos que desde jóvenes imberbes enfrentamos y resolvemos, con la absoluta conciencia de lo arduo; pero colmando nuestros corazones de canciones, siempre dispuestos a caer y levantarnos.

En la vida de todo soldado hay dos momentos que son cruciales, críticos e inolvidables el primero es cuando abandonamos a nuestras familias para ingresar a un ambiente en extremo exigente, disciplinado y en ocasiones extenuante.

Solo aquellos con verdadera vocación de soldados sobreviven por que como hombres de honor, se sienten impulsados a practicar una vida dominada por la virtud, la razón, el sacrificio y la ausencia de bienes materiales.

Múltiples pruebas se presentan en el camino, cada una de ellas va templando nuestro carácter, va formando nuestro pensamiento y va dando sentido a nuestra filosofía de vida.

Porque solo aquellos que arriesgan su vida, que dejan sus mejores años en el campo de batalla y que con humildad degluten el rencor de las afrentas, entienden que lo más valioso que un hombre posee es la vida.

Que ésta solo se nos da una vez y por ello hay que aprovecharla, de manera que los años vividos no nos pesen, que la vergüenza de un pasado miserable y mezquino no nos queme y que muriendo podamos decir: he consagrado toda mi vida y todas mis fuerzas a lo más hermoso en el mundo, defender a mi patria.

Nuestras familias sufren siempre, nuestra ausencia, la incertidumbre de nuestro destino, la convicción de que hay que aprender a ser autosuficientes por que la guía y la fortaleza del hogar muy pocas veces está presente. Nuestras esposas y nuestros hijos aprenden a sobrevivir, a ser fuertes e irradiar esa fortaleza al jefe del hogar para que este nunca flaquee.

Con el tiempo se aprende que un soldado, no es un concepto absoluto. Es relativo, a la persona que lo mira, que lo rodea, de acuerdo con su manera de pensar, o según el momento en que lo mire.

No importa el concepto, la vida la hemos experimentado intensamente, por ello valoramos muy bien, el significado de un desgarrador adiós, un fuerte abrazo, un beso tierno, una madre lejana, una novia anhelada, una flor marchita, un retrato ajado, una carta escrita con lagrimas o llena de promesas, un rictus de dolor, una canción cargada de recuerdos, un dormir bajo un árbol, un dulce sueño….tan solo un sueño, la fumada del fin de un cigarrillo, un deseo reprimido, una fecha especial y una esperanza lejana, Como SOLDADOS conocemos el hambre, el cansancio, la sed de un beso, el calor de la pólvora y el frío de la muerte.

Entre nuestros tesoros más valiosos estarán por siempre esas tarjetas manuscritas por las pequeñas manos de una niña o un niño, manifestando lo orgullosos que se sienten de tener a un soldado como padre y que le adjuntan una foto para que nunca les pase nada malo. Esa es y será por siempre la fuente de energía de todos los que portamos el uniforme militar.

A lo largo del camino hemos aprendido a superar los fracasos con nuevos desafíos, se van enterrando las derrotas y sembrando la esperanza, imaginando que un día ese niño escuchara nuestra historia e inspirado en ella comenzara a forjar la suya.

Hoy cada uno de ustedes podrá compartir esas historias, trasladar su experiencia, dar ese consejo sabio que servirá de guía y con su ejemplo contribuir a la edificación de una patria mejor.

El retorno a nuestra casa, a la casa que nunca nos tuvo. Militaron, se cansaron se atrevieron y a pesar de todos los pesares hoy finalizada su carrera militar con los rostros marcados por las arrugas de la experiencia y la sonrisa vencedora cada uno puede decir: no fue en vano.

Como soldados antiguos van prevaleciendo las canas y guardamos el tesoro de nuestra experiencia, con el conocimiento, de que el desafío ahora, es conservar el sentido de las cosas. Fundar la esperanza en que Dios nuestro señor no defrauda, a mantener la fe en medio de lo efímero con la absoluta convicción de que las ocho palabras grabadas con letras de oro en los muros de nuestra escuela, son los valores axiológicos que han marcado nuestro derrotero y prevalecerán en nuestras vidas por siempre.

No son los bienes materiales los que hacen al hombre, son sus obras y obra se hace cuando servimos, cuando enseñamos con el ejemplo, cuando desinteresadamente sacrificamos tiempo, comodidades, bienes, salud y vida por nuestra nación.

Un solo acto nos demuestra que los soldados de ayer y hoy somos los mismos, que el paso del tiempo es solo eso, «lo que prevalece, lo que perdura en nuestros corazones».

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